El 1º de mayo de 1853, se sancionó la Constitución de la Nación Argentina, mediante la Asamblea que a tal efecto tuvo lugar en la provincia de Santa Fe.
Conocidos por todos los antecedentes históricos que desembocaron por fin, en la organización política y jurídica de la Argentina, el emblema doctrinario sin duda se sienta en su inspirador intelectual, Don Juan Bautista Alberdi, con su magnífica obra “Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina».
Con ese título tan expresivo de una idea, precisamente se sentaban los cimientos que a su vez representaban el camino del desarrollo, regulando el ejercicio del Poder del Estado, sobre el cual Alberdi y los constituyentes no renegaron sino que consideraron necesario para la organización, con claro sentido de pertenencia a un proyecto de conjunto, tal como luego los Presidentes que siguieron en aquellos primeros tiempos, lo entendieron también; y tan bien.
Esta magnífica obra, no sólo jurídica y política, sino también literaria, representa al conjunto de la sociedad, garantizando derechos y libertades individuales, la protección de trabajar y comerciar, de la propiedad, de la seguridad individual, de la organización del Estado y la seguridad jurídica, de la división de Poderes y sus funciones, evitando con ello el desvío hacia toda forma de autoritarismo; en síntesis, la promoción y defensa del progreso en paz, impulsando el bienestar general.
Así lo determina el Preámbulo, excelente pieza expresiva como síntesis de una declaración de principios que sin sobreabundar, señala con precisión el objetivo que la Ley Suprema fija en su articulado; es decir, viene a ser su preámbulo la base filosófica de la Constitución Nacional. En él claramente se destaca que el progreso del conjunto no es incompatible con los derechos individuales y que tales derechos, se sostienen más allá de un enunciado aislado, pues forman parte del bienestar general, sin el cual, la libertad se resquebraja.
Tal ha sido la importancia que los constituyentes le dieron, que previniendo posibles vaivenes políticos estipularon un tipo de constitución escrita y rígida, imponiendo un método único y específico para su modificación, de modo de proteger a su texto de posibles cambios inspirados sólo en mayorías circunstanciales.
Es así que nuestra Constitución, nos ofrece el marco ideal para el desarrollo con estabilidad política y jurídica, garantizando el pleno ejercicio de los derechos ciudadanos y también el rol del Estado, como promotor del desarrollo, guardián del orden y árbitro en las desigualdades que quebrantan la paz, bajo los principios de división de poderes y control recíproco.
El más grande acuerdo político de la Nación, desarrollado como la norma jurídica de mayor relevancia en el orden jerárquico, viene a ser el documento fundacional y fundamental para la vida de los millones de ciudadanos que habitamos el territorio argentino, asentado sobre principios y valores de libertad y prosperidad, promoviendo el bienestar general para consolidar la paz y la unión nacional.
La mayor exigencia en el respeto y ejercicio de sus postulados, recae sobre los gobernantes, pues son ellos los responsables de la administración política y garantes de sus desempeños con absoluta conciencia de la división de poderes.
A pesar de todo ello, en varias oportunidades nuestra Constitución ha sido maltratada, cuando no violada. Por ello, es imprescindible que este nuevo aniversario, sea también un punto de partida para extender el pleno conocimiento de lo que la Ley Suprema establece y que viene a ser para todos sin distinción alguna, el evangelio del ciudadano. No podemos pasar inadvertidos que por desconocimiento y consecuente mala praxis, la Constitución casi ha perdido su sentido. Y con ello, pierde sentido el concepto de Nación. En su conmemoración, en todas las instancias educativas deberían llevarse a cabo jornadas de reconocimiento, reflexión y de instrucción cívica, no sólo para recordar la fecha de su sanción primigenia, sino para concientizar acerca de los valores y principios, para que todos asumamos también la responsabilidad de ser auténticos ciudadanos y limitemos el abuso de los gobernantes.
Y finalmente, más allá de las creencias, escepticismos o negaciones, que la fuente de toda razón y justicia que cada cual considere apropiada, ilumine nuestras mentes y almas en el entendimiento, apego y compromiso irrestricto con su cumplimiento, para que en cada 1º de mayo, estemos todos juntos celebrando nuestra Constitución Nacional.
El autor es abogado. Vocal del Instituto de Derecho Aduanero y Comercio Internacional de la Asociación Argentina de Justicia Constitucional.